Guía para padres: Cómo reconocer el autismo en los niños

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Guía para padres: cómo reconocer el autismo en los niños

El autismo, o trastorno del espectro autista, se considera un trastorno de neuro divergencia porque representa una forma alternativa de procesamiento y funcionamiento del cerebro en comparación con las normas neurotípicas.

El autismo suele aparecer en los primeros años de vida, generalmente dentro de los primeros 3 años.

Este es el período en el que los signos y síntomas iniciales pueden hacerse evidentes, aunque su gravedad y manifestación pueden variar considerablemente.

De hecho, el autismo se caracteriza por una variedad de signos y síntomas que pueden manifestarse con distintos grados de intensidad y varían de una persona a otra.

Algunos signos son más evidentes y pueden reconocerse fácilmente como indicadores de un trastorno del espectro autista, mientras que otros pueden ser menos claros y confundirse con hitos normales del desarrollo o retrasos leves del mismo.

¿Por qué es importante reconocer los primeros signos del autismo?

El autismo no es un trastorno curable, sino una neuro divergencia que representa una forma diferente de procesar y funcionar neurológicamente.

Por lo tanto, el autismo no se puede curar; es fundamental reconocerlo y comprender que las personas con autismo tienen una forma única de percibir e interactuar con el mundo.

Sin embargo, el autismo puede provocar dificultades significativas en la comunicación, las interacciones sociales y el manejo del comportamiento; por ello, existen diversos enfoques terapéuticos que pueden ayudar a mejorar la calidad de vida y el funcionamiento diario.

El factor clave para la eficacia de cualquier intervención terapéutica es el inicio temprano del tratamiento.

El diagnóstico y la intervención tempranos son cruciales para lograr los mejores resultados.

Intervenir lo antes posible nos permite abordar las dificultades de forma específica y brindar a los niños el apoyo necesario para desarrollar habilidades y estrategias que faciliten su integración y bienestar.

Para los padres, prestar atención a las señales de autismo y abordar cualquier preocupación es de fundamental importancia.

Es natural sentir miedo o incertidumbre ante estas señales, pero es crucial superar la negación o la inercia que puede derivar del miedo a lo nuevo y a lo desconocido.

Ignorar o minimizar las señales puede retrasar el acceso a los servicios de apoyo y reducir las oportunidades de una intervención temprana, lo que podría influir negativamente en el desarrollo del niño.

Por lo tanto, es aconsejable armarse de valor e informarse sobre las señales tempranas y, en caso de notar similitudes con los comportamientos observados en el propio hijo, iniciar el proceso diagnóstico clásico que prevé:

  • Entrevista con los padres: Este es el primer paso crucial en el proceso diagnóstico. Durante la entrevista, se recopila información detallada sobre los antecedentes médicos y familiares del joven, la calidad de vida de la familia y cualquier problema de desarrollo observado. Los padres aportan información crucial, ya que suelen ser los primeros en detectar los primeros signos de dificultades del desarrollo. Es importante considerar que el autismo generalmente se manifiesta en los primeros tres años de vida. Los padres pueden reflexionar retrospectivamente e identificar signos que podrían haber indicado autismo incluso a los veinte meses de edad. Este diálogo ayuda a contextualizar el comportamiento del joven y a recopilar información crucial para el diagnóstico.
  • Observaciones: Las observaciones son esenciales para evaluar el comportamiento del joven en diversos contextos. En la consulta externa, se observa al joven tanto con la presencia de sus padres como mediante actividades estructuradas y no estructuradas. Esto permite identificar los patrones relacionales y de comunicación del joven, el grado de interacción espontánea con sus padres y las anomalías conductuales específicas. Es fundamental observar al joven en el entorno familiar y escolar, así como durante el juego libre, para comprender plenamente sus interacciones y comportamientos en contextos naturales.
  • Evaluación mediante pruebas: La evaluación mediante pruebas utiliza escalas específicas para los trastornos del espectro autista, diseñadas para medir diversos aspectos del comportamiento y el desarrollo. Entre las escalas más utilizadas se encuentran la CARS (Childhood Autism Rating Scale), ABC (Autism Behavior Checklist), CHAT (Checklist for Autism in Toddlers), M-CHAT (Modified Checklist for Autism in Toddlers), ASAS (Autism Spectrum Assessment Scale) y KADI (Kiddy Autism Diagnostic Interview). La elección de la escala depende de factores como la edad del joven, sus habilidades verbales y comunicativas, y el grado de interacción observado. Estas herramientas ayudan a evaluar la presencia y la gravedad de los síntomas autistas.
  • Evaluación neuropsicológica: Esta evaluación implica la creación de un perfil neuropsicológico detallado que describe el funcionamiento del joven en diversas áreas cognitivas. Incluye evaluaciones de cognición, memoria, atención, percepción, lenguaje, funciones ejecutivas y habilidades instrumentales. Este perfil ayuda a identificar las áreas de fortaleza y dificultad del joven y a planificar intervenciones específicas.
  • Evaluación médica: Un aspecto importante de la evaluación diagnóstica es el análisis médico, que incluye una serie de pruebas físicas. Estas incluyen análisis de sangre, análisis de orina, evaluación oftalmológica y, de ser necesario, pruebas genéticas. Es importante destacar que, si bien estas pruebas pueden descartar otras afecciones médicas y proporcionar información adicional, no existen pruebas de laboratorio específicas que puedan confirmar directamente el diagnóstico de autismo. Las pruebas médicas sirven para descartar otras afecciones y garantizar una evaluación integral de la salud del joven.

Por lo tanto, reconocer los primeros signos del autismo e iniciar un proceso diagnóstico es fundamental para obtener una evaluación precisa y oportuna.

10 señales tempranas de autismo en niños

Comencemos diciendo que los signos del autismo pueden variar significativamente de un joven a otro, pero hay algunos indicadores clave que pueden sugerir la presencia de un trastorno del espectro autista (TEA) en los primeros años de vida.

  1. Alteraciones en los ritmos biológicos: Los ritmos biológicos regulan diversos aspectos del comportamiento y el bienestar diarios, como el sueño, las comidas y la actividad física. En los niños con autismo, estas rutinas pueden ser irregulares o interrumpidas. Por ejemplo, un joven puede tener dificultades para establecer una rutina de sueño regular, despertarse con frecuencia durante la noche o tener dificultades para conciliar el sueño. Puede haber problemas con los horarios de las comidas, como comer a horas inusuales o tener preferencias muy rígidas por ciertos alimentos. Los padres pueden notar que el joven se vuelve irritable o extremadamente ansioso cuando se intenta cambiar su rutina diaria. Otra manifestación puede ser una irritabilidad excesiva si se modifican los horarios de las comidas o las siestas, lo que indica dificultad para gestionar las transiciones y los cambios en la rutina.
  2. Falta de intersubjetividad (falta de respuesta a las señales maternas): La intersubjetividad se refiere a la capacidad de compartir experiencias y emociones con los demás. En los niños con autismo, puede ser difícil responder a las señales emocionales y sociales de sus padres. Por ejemplo, un joven puede no responder a la sonrisa de su madre ni establecer contacto visual cuando sus padres hablan o juegan con él. Si una madre sonríe y el joven no responde o parece no darse cuenta de su presencia, esto puede ser una señal de alerta temprana. De igual manera, cuando los padres hablan o intentan interactuar con el joven, este puede parecer distante o desinteresado, sin reaccionar a las expresiones faciales ni al tono de voz de sus padres.
  3. Falta de contacto visual: El contacto visual es esencial para la comunicación y la conexión social. En los niños con autismo, el contacto visual puede ser nulo o limitado. Por ejemplo, un joven puede evitar el contacto visual cuando se le habla o se le muestra un juguete. Durante las interacciones cotidianas, el joven puede no hacer contacto visual durante el juego o cuando los padres intentan llamar su atención. Esta falta de contacto visual también puede manifestarse cuando se llama al joven por su nombre o cuando se intenta establecer una conexión emocional mediante una mirada.
  4. Falta de comunicación gestual: Los gestos son una parte esencial de la comunicación temprana. Un joven con autismo puede no usar gestos para expresar necesidades o deseos. Por ejemplo, en lugar de señalar un juguete o pedir ayuda con un gesto, el joven podría no mostrar señales de petición y, en cambio, intentar obtener lo que quiere de maneras que no impliquen comunicación gestual. Además, podría no levantar los brazos para que lo carguen ni usar gestos como saludar con la mano. Este comportamiento puede dificultarle al joven comunicar sus necesidades e interactuar con los demás.
  5. Falta de juego simbólico: El juego simbólico implica el uso de la imaginación y la representación de roles o situaciones. En niños con autismo, la falta de juego simbólico puede ser notoria. Por ejemplo, un joven puede no fingir que cocina con ollas y sartenes de juguete ni imitar acciones de adultos, como hablar por teléfono o conducir un coche de juguete. En lugar de participar en juegos que involucran roles imaginarios o historias inventadas, el joven puede preferir actividades más concretas y repetitivas. La falta de interés en el juego simbólico puede reducir las oportunidades para el desarrollo de habilidades sociales y la creatividad.
  6. Estereotipias (conductas repetitivas): Las estereotipias son conductas repetitivas que pueden incluir movimientos o actividades específicos. Un joven con autismo puede exhibir conductas como agitar las manos, moviéndolas de forma repetitiva y rítmica. Otros ejemplos incluyen alinear y organizar con precisión objetos o juguetes en filas o grupos, o rodear obsesivamente un objeto. Estas conductas pueden proporcionar una sensación de control y previsibilidad, y a menudo sirven para controlar la ansiedad o la estimulación sensorial.
  7. Hipersensibilidad: La hipersensibilidad se manifiesta como una reacción exagerada a estímulos sensoriales que los niños normales podrían considerar normales. Por ejemplo, un joven con autismo podría mostrar una fuerte aversión a que lo vistan con ciertas telas, lo laven, lo toquen o lo abracen. Podría reaccionar exageradamente a ruidos fuertes, luces brillantes o texturas particulares. Un joven podría llorar o agitarse al tocar una prenda que no es de su preferencia sensorial, o podría ser extremadamente sensible a ciertos sonidos, como el sonido de un secador de pelo.
  8. Falta de interés en jugar con otros niños: La falta de interés en el juego social es una señal que puede manifestarse en niños con autismo. Por ejemplo, un joven podría preferir jugar solo, ignorando los intentos de otros niños de unirse o interactuar. Podría no mostrar interés en actividades grupales, como juegos de equipo o juegos de rol con compañeros, y podría no buscar compañía durante las actividades recreativas. Esta falta de interés en la interacción social puede conducir al aislamiento y a dificultades para desarrollar habilidades sociales.
  9. Retraso del lenguaje: El retraso del lenguaje fue en su día un criterio diagnóstico importante para el autismo. Aunque ahora sabemos que los niños con autismo pueden ser tanto verbales como no verbales, un retraso del lenguaje puede ser un indicador útil. Por ejemplo, un joven puede no empezar a hablar en el plazo esperado para la mayoría de los niños (p. ej., no decir palabras sencillas a los 12-15 meses). Algunos niños pueden no desarrollar oraciones completas hasta mucho más tarde en la vida o tener dificultades para comprender y usar el lenguaje correctamente. Esta señal, junto con otros indicadores, puede proporcionar una pista adicional sobre la necesidad de una evaluación exhaustiva.
  10. Apariencia de ceguera/sordera: En algunos casos, los niños con autismo pueden aparentar tener dificultades visuales o auditivas, incluso cuando no presentan problemas de percepción sensorial. Por ejemplo, un joven puede no responder a sonidos fuertes o a nombres pronunciados, dando la impresión de que no oye bien. También puede no reaccionar a estímulos visuales como objetos en movimiento o personas que entran en su campo visual. Sin embargo, estas reacciones no son indicativas de una pérdida sensorial real, sino que pueden ser resultado de dificultades para procesar y responder a los estímulos externos de forma típica.

Observar estas señales y comprender claramente sus manifestaciones puede ayudar a los padres a tomar decisiones informadas sobre la evaluación y la intervención temprana.

Una intervención oportuna es crucial para garantizar que el joven reciba el apoyo necesario para abordar sus dificultades y desarrollar su potencial.

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