¿Ataque de pánico o infarto? Guía para diferenciarlos

Tiempo de lectura: 8 minutos

Ataque de pánico o infarto: guía para diferenciarlos

Los ataques de pánico y los infartos pueden presentar síntomas similares, lo que a menudo genera una considerable confusión diagnóstica.

La coincidencia de síntomas entre estas dos afecciones puede causar una angustia significativa en los pacientes e influir en su experiencia ante una emergencia médica.

Los ataques de pánico son episodios intensos de ansiedad y miedo que ocurren repentinamente y sin un desencadenante claro.

Durante un ataque de pánico, el cuerpo puede reaccionar como si estuviera en peligro inmediato, activando la respuesta de “lucha o huida”.

Esto puede causar una serie de síntomas físicos y psicológicos similares a los de un infarto.

A continuación, exploraremos los síntomas similares entre ambas afecciones y cómo reconocer las diferencias.

Similitud entre un ataque de pánico y un ataque cardíaco

El ataque de pánico y el ataque cardíaco pueden presentarse con síntomas muy similares, entre ellos:

  • Dolor en el pecho: Uno de los síntomas más frecuentes, tanto en ataques de pánico como en infartos, es el dolor en el pecho. Este síntoma es especialmente relevante, ya que suele ser la principal preocupación de pacientes y médicos. Durante un ataque de pánico, el dolor en el pecho se describe comúnmente como una sensación de opresión o presión, que puede sentirse como si el pecho estuviera siendo apretado con una prensa. Esta sensación de opresión puede extenderse e irradiarse al cuello, hombros y brazos, generando angustia y preocupación. El dolor puede ser intermitente o constante y su intensidad puede variar, desde una leve incomodidad hasta una presión opresiva. Este tipo de dolor puede ser extremadamente aterrador y hacer que quienes lo padecen busquen ayuda inmediata, temiendo un problema cardíaco grave. En caso de infarto, el dolor en el pecho puede ser igualmente intenso y a menudo se describe como una sensación de opresión, pesadez u opresión en el pecho. Este dolor suele estar causado por una reducción o interrupción del flujo sanguíneo al músculo cardíaco, lo que provoca la muerte del tejido cardíaco. El dolor puede ir acompañado de ardor o sensación de opresión y puede irradiarse a otras zonas del cuerpo, como el brazo izquierdo, la mandíbula o la espalda. Este tipo de dolor suele ser constante y puede estar asociado a otras manifestaciones clínicas, como sudores fríos, náuseas y dificultad para respirar. La intensidad y persistencia del dolor torácico durante un infarto suele ser un indicador clave de una emergencia cardíaca y requiere intervención inmediata.
  • Palpitaciones: Las palpitaciones son otro síntoma que puede presentarse en ambas afecciones, aunque su origen y percepción pueden variar. Durante un ataque de pánico, las palpitaciones suelen ocurrir como resultado de la activación del sistema nervioso autónomo en respuesta al estrés y la ansiedad. El ritmo cardíaco puede volverse rápido e irregular, con la sensación de un latido fuera de control o excesivamente fuerte. Esta experiencia puede ir acompañada de temblor o pulsaciones en el pecho, lo que puede contribuir aún más a la sensación de pánico y preocupación. Las palpitaciones durante un ataque de pánico suelen estar relacionadas con la hiperventilación y el aumento de la producción de adrenalina, lo que puede amplificar la percepción de un ritmo cardíaco acelerado. En un ataque cardíaco, las palpitaciones pueden deberse a daños en el músculo cardíaco y a la respuesta del cuerpo al estrés agudo asociado con el ataque. Un ataque cardíaco puede causar arritmias, que son alteraciones del ritmo cardíaco que pueden incluir latidos irregulares, rápidos o lentos. Estas arritmias pueden ser peligrosas y contribuir al deterioro de la función cardíaca, provocando una sensación de inestabilidad y peligro inmediato. El ritmo cardíaco anormal durante un infarto puede ir acompañado de sensación de debilidad y mareo, lo que puede complicar aún más la situación clínica del paciente.
  • Dificultad para respirar: La dificultad para respirar es un síntoma prominente que puede presentarse en ambas afecciones, con características distintivas según la causa subyacente. En los ataques de pánico, la dificultad para respirar suele deberse a la hiperventilación, un fenómeno en el que el paciente respira rápida y superficialmente. Este tipo de respiración puede reducir el nivel de dióxido de carbono en la sangre, lo que provoca mareos, hormigueo y falta de aire. La hiperventilación también puede causar diversos síntomas físicos y psicológicos, contribuyendo al ciclo de pánico y ansiedad. Durante un infarto, la dificultad para respirar puede deberse a insuficiencia cardíaca o congestión pulmonar, que puede ocurrir cuando el corazón no puede bombear sangre eficazmente. Esta afección puede causar una acumulación de líquido en los pulmones, conocida como edema pulmonar, que provoca sensación de falta de aire y dificultad respiratoria significativa. El paciente puede experimentar opresión en el pecho y falta de aire, que pueden verse agravadas por el deterioro de la función cardíaca y la respuesta inflamatoria del organismo.
  • Sudoración y temblores: La sudoración y los temblores son síntomas que pueden aparecer en ambas afecciones, pero pueden tener orígenes diferentes. Durante un ataque de pánico, la sudoración excesiva puede deberse a la respuesta de “lucha o huida” del cuerpo, que activa las glándulas sudoríparas en respuesta a la ansiedad y el pánico. Este tipo de sudoración suele ser fría y húmeda, y puede ir acompañada de temblores o espasmos musculares involuntarios. Estos síntomas forman parte de la reacción fisiológica del cuerpo a un estado de alerta elevado y pueden aumentar la sensación de malestar y estrés. En el contexto de un infarto, la sudoración puede describirse como sudor frío y húmedo, que forma parte de la respuesta del cuerpo al dolor agudo y al estrés. Este tipo de sudoración suele indicar una respuesta de emergencia y puede ir acompañada de temblores y una sensación general de debilidad. La sudoración fría durante un infarto suele ser señal de un problema cardíaco grave y requiere atención médica inmediata. Los temblores pueden ser causados por la respuesta del cuerpo al dolor intenso y al infarto, y pueden contribuir aún más al malestar general del paciente.
  • Náuseas y vómitos: Las náuseas y los vómitos son síntomas que pueden presentarse en ambas afecciones, aunque las causas pueden variar significativamente. Durante un ataque de pánico, las náuseas y los vómitos pueden ser resultado de altos niveles de estrés y ansiedad. La ansiedad intensa puede afectar el sistema digestivo, provocando náuseas y, en ocasiones, vómitos. Estos síntomas pueden agravarse por la hiperventilación y la tensión muscular asociadas al ataque de pánico, lo que puede contribuir a una sensación general de malestar y malestar. Durante un ataque cardíaco, las náuseas y los vómitos pueden ser causados por la respuesta del cuerpo al dolor intenso y la alteración del flujo sanguíneo al corazón. Las náuseas pueden ser resultado de la activación del sistema nervioso autónomo y del impacto del dolor en el sistema digestivo. Los vómitos pueden ser una manifestación de una respuesta aguda al evento cardíaco y pueden estar asociados a una sensación general de malestar. Este tipo de náuseas y vómitos suele indicar una emergencia médica grave y requiere atención inmediata para evaluar y tratar el problema cardíaco subyacente.

 

 

¿Cómo distinguir rápidamente un ataque de pánico de un ataque cardíaco?

Entonces, para resumir, para distinguir rápidamente un ataque de pánico de un ataque cardíaco, debes considerar:

  • Dolor en el pecho:
    • Ataque de pánico: El dolor en el pecho asociado a un ataque de pánico suele describirse como una sensación de opresión o presión que puede irradiarse al cuello, los hombros y los brazos. Este dolor suele ser intermitente y puede ir acompañado de ansiedad y miedo.
    • Ataque cardíaco: El dolor en el pecho durante un ataque cardíaco suele describirse como una sensación persistente e intensa de opresión, pesadez u opresión en el pecho. Este dolor puede irradiarse a otras zonas del cuerpo, como el brazo izquierdo, la mandíbula o la espalda, y suele ser constante y prolongado.
  • Palpitaciones:
    • Ataque de pánico: Las palpitaciones durante un ataque de pánico pueden percibirse como latidos cardíacos rápidos e irregulares, a menudo asociados con una sensación de pérdida de control y ansiedad. Generalmente, las palpitaciones se relacionan con la hiperventilación y una respuesta de ansiedad intensa.
    • Ataque cardíaco: Durante un ataque cardíaco, las palpitaciones pueden deberse a arritmias cardíacas, que pueden manifestarse como latidos cardíacos irregulares o rápidos. Estas arritmias pueden ser peligrosas y suelen ir acompañadas de signos clínicos de deterioro de la función cardíaca.
  • Dificultades respiratorias:
    • Ataque de pánico: La dificultad para respirar durante un ataque de pánico suele deberse a la hiperventilación, que provoca una respiración rápida y superficial. Esto puede causar mareos, dificultad para respirar y hormigueo.
    • Ataque cardíaco: Durante un ataque cardíaco, la dificultad para respirar puede deberse a una insuficiencia cardíaca o congestión pulmonar, con sensación de falta de aire y opresión en el pecho debido al mal funcionamiento del corazón.
  • Sudoración y temblores:
    • Ataque de pánico: La sudoración excesiva es común y suele ser fría y húmeda. Los temblores pueden presentarse como parte de la respuesta de pánico.
    • Ataque cardíaco: La sudoración durante un ataque cardíaco suele ser fría y húmeda, y se asocia con temblores y debilidad. Este tipo de sudoración suele ser señal de una emergencia cardíaca grave.
  • Náuseas y vómitos:
    • Ataque de pánico: Las náuseas y los vómitos pueden ser consecuencia del estrés y la ansiedad excesiva. Estos síntomas suelen estar relacionados con la respuesta psicológica al ataque de pánico.
    • Ataque cardíaco: Las náuseas y los vómitos durante un ataque cardíaco son causados por la respuesta del cuerpo al dolor intenso y a la insuficiencia cardíaca. Pueden estar asociados con una sensación general de malestar y malestar.

En conclusión, es importante revisar tu historial médico y contextualizar tus síntomas: los ataques de pánico suelen ocurrir en personas con antecedentes de trastornos de ansiedad o en situaciones de estrés intenso.

Si experimentas ataques de pánico, es importante comprender que esto puede ser un signo de estrés o ansiedad acumulados.

Los ataques de pánico pueden ser el resultado de estrés prolongado o ansiedad intensa.

Situaciones cotidianas como la presión laboral, las preocupaciones financieras o las relaciones personales complicadas pueden acumularse y crear un entorno emocional propicio para los ataques de pánico.

Además, cambios significativos en la vida, como mudanzas, cambios de carrera o eventos traumáticos, también pueden desencadenar o exacerbar estos episodios.

Es importante reconocer que no siempre es fácil identificar la fuente exacta del estrés, y esto puede requerir autorreflexión y, en ocasiones, la ayuda de un profesional de la salud mental.

Para ayudarte a comprender mejor si la ansiedad podría estar causando tus ataques de pánico, puedes usar herramientas como nuestro prueba de ansiedad en línea.

El test es fácil de completar y proporciona resultados inmediatos que pueden brindar información valiosa sobre el nivel de ansiedad que puedas tener.

Un diagnóstico profesional de ansiedad es el siguiente paso crucial para cualquier persona que sufra ataques de pánico.

Este proceso implica una evaluación exhaustiva por parte de un profesional de la salud mental, como un psicólogo especializado en ansiedad o un psiquiatra especializado en ansiedad, que utiliza una combinación de entrevistas, cuestionarios y observaciones para comprender su experiencia general.

Un diagnóstico de ansiedad no solo ayuda a confirmar la presencia de un trastorno de ansiedad, sino que también distingue entre diferentes formas de ansiedad, como el trastorno de pánico, el trastorno de ansiedad generalizada o el trastorno de estrés postraumático.

Una vez realizado un diagnóstico preciso, se pueden explorar diversas opciones de tratamiento, tanto farmacológicas como psicoterapéuticas.

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